Me acuerdo, como si fuera hoy, que una tarde, después de jugar una acalorada partida de truque. en el local social, nos enzarzamos unos cuantos buenos amigos en una de las habituales discusiones bizantinas sobre las fiestas. Cuando uno de los contertulios afirmó que los mejores cabos de escuadra son los de Villena, todos los demás asentimos sobre la certeza de la afirmación, y uno de los presentes concluyó diciendo que esto era así porque los cabos de nuestro pueblo son, siguiendo el símil taurino, los que mejor mandan, templan y ligan las suertes.
Nunca jamás se me hubiera ocurrido que existían tantas semejanzas entre la actuación de un cabo y la de un torero. Sin embargo, son muchas las referencias que los relacionan.El cabo, se sitúa en soledad ante su escuadra y ante un público expectante con la profunda necesidad de que se aprecie su esfuerzo en hacerlo bien. Cada cabo tiene su propia personalidad. Los hay clásicos, que suprimen inteligentemente cualquier movimiento de su figura, centrando su actuación en mantener gallardo el perfil, moviendo rítmicamente la gumía al son de los timbales. Los hay innovadores, atrevidos frente al riesgo de no ser entendidos en sus movimientos peculiares. Están también los cabos de siempre, los que tiene muchas «entradas» en su haber y hacen de su experiencia su mejor instrumento para triunfar en cualquier situación. Frente a ellos se sitúan los más jóvenes, los que a base de ilusión y de arrimarse pretende ocupar un lugar en el escalafón de las grandes figuras. Por último, en este mundo de los cabos también caben los espontáneos, que seríamos todos aquellos festeros que al menor despiste nos lanzamos al ruedo aprovechando la indulgencia de las dianas o las guerrillas.
Siguiendo la comparación de mi amigo, la única manera que tiene un cabo para salir por la puerta grande, sería mandando sobre la escuadra, templando el paso y ligando los movimientos al ritmo del pasodoble o la marcha mora. Por suerte, en Villena tenemos abundancia de cabos que reúnen todas estas cualidades.
Muchos y buenos cabos han tenido y tienen todas las comparsas de Villena. Lo mismo ocurre en mi comparsa, Los Nazaríes. Como comprenderéis, si tengo el atrevimiento de intentar nombrar a todos los que han paseado con destreza su gumía nazarí por las calles de Villena, corro el riesgo de cometer olvidos que serían imperdonables. Por esto, me permito la licencia de reducir mi reconocimiento a un Nazarí que el año pasado hizo su última entrada como cabo de escuadra. Su nombre, José Grau.La amistad suele producir elogios inmerecidos. No es éste el caso. José Grau, Pepe para los amigos, es un cabo veterano, clásico, que tiene marcial seriedad en la marcha mora y rápida alegría en el pasodoble. Volviendo a los símiles de la fiesta nacional, bien se podría mantener que Pepe Grau es un cabo mandón sobre su escuadra, a la que hace vibrar con seguros naturales, sin perderle el respeto, pero engañándola con la ilusión de una cogida que nunca se produce porque la técnica y la inspiración lo impiden.
Después de muchos años con la gumía, Pepe ha decidido dejarse coger y volver al seno de la escuadra. Sinceramente creo que la decisión, aunque meditada y firme, no será indefinida y que, como los buenos toreros, Pepe volverá a pisar los ruedos, retomará a sentir la soledad del cabo, pues hay ciertos sentimientos que van por dentro y por mucho que uno quiera al final te vencen.
Para terminar estas líneas, sólo me queda desear a todos los cabos de Villena suerte, ánimo y el día 5 a La Losilla, pese a quien pese.
Rafael Román García
Cronista Nazarí
Extraído de la revista 10 aniversario de los Cabos de Villena de 1991
Siguiendo la comparación de mi amigo, la única manera que tiene un cabo para salir por la puerta grande, sería mandando sobre la escuadra, templando el paso y ligando los movimientos al ritmo del pasodoble o la marcha mora. Por suerte, en Villena tenemos abundancia de cabos que reúnen todas estas cualidades.
Muchos y buenos cabos han tenido y tienen todas las comparsas de Villena. Lo mismo ocurre en mi comparsa, Los Nazaríes. Como comprenderéis, si tengo el atrevimiento de intentar nombrar a todos los que han paseado con destreza su gumía nazarí por las calles de Villena, corro el riesgo de cometer olvidos que serían imperdonables. Por esto, me permito la licencia de reducir mi reconocimiento a un Nazarí que el año pasado hizo su última entrada como cabo de escuadra. Su nombre, José Grau.La amistad suele producir elogios inmerecidos. No es éste el caso. José Grau, Pepe para los amigos, es un cabo veterano, clásico, que tiene marcial seriedad en la marcha mora y rápida alegría en el pasodoble. Volviendo a los símiles de la fiesta nacional, bien se podría mantener que Pepe Grau es un cabo mandón sobre su escuadra, a la que hace vibrar con seguros naturales, sin perderle el respeto, pero engañándola con la ilusión de una cogida que nunca se produce porque la técnica y la inspiración lo impiden.
Después de muchos años con la gumía, Pepe ha decidido dejarse coger y volver al seno de la escuadra. Sinceramente creo que la decisión, aunque meditada y firme, no será indefinida y que, como los buenos toreros, Pepe volverá a pisar los ruedos, retomará a sentir la soledad del cabo, pues hay ciertos sentimientos que van por dentro y por mucho que uno quiera al final te vencen.
Para terminar estas líneas, sólo me queda desear a todos los cabos de Villena suerte, ánimo y el día 5 a La Losilla, pese a quien pese.
Rafael Román García
Cronista Nazarí
Extraído de la revista 10 aniversario de los Cabos de Villena de 1991
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