"ALGIBE" LA POESÍA QUE MANA
Se me pide que reseñe lo que ha supuesto la revista literaria Algibe para la poesía en Villena, y que glose brevemente su andadura lírica. Está muy claro que para ello me faltan títulos: si es preciso ser objetivo, yo no lo soy, porque he colaborado esporádicamente en la revista y ello me hace sentir parte (aunque minúscula) de ella; pero si lo que se precisa es subjetividad y apasionamiento, forzoso es decir que me he mantenido discretamente apartado del meollo donde se cocía cada nuevo número, y mi aportación ha sido pequeña. Creo que me encuentro en una nada fácil postura: soy parte integrante de esta fuente de la que mana la poesía, pero no hasta el extremo de perder esa neutralidad que se requiere cuando se va a comentar (y no solo desde el elogio) algo.
Algibe nació de la manera más hermosa: espontáneamente. No fue una creación artificial, sujeta a modas o a deseos de sobresalir. Lo que inicialmente fue una reunión de personas que amaban la poesía y que se reunían para leer unos versos o para comentar un libro recién aparecido, sólo más tarde fue cuajando en un grupo, abierto aunque arracimado en torno a los mismos intereses, que se planteó crear un cauce para hacer correr por él las inquietudes literarias. Después salió el primer número de una revista que sorprendió por su pulcritud, y otro número después, y hasta un tercer. Entre la aparición de uno y otro, reuniones, recitales, dificultades económicas para sostener esta disparatada aventura de la poesía, discusiones, proyectos... Y he aquí que se disponen los entusiastas componentes de Algibe a saltar de nuevo a la palestra con el cuarto número. ¡Milagro! ¡ Una revista de poesía que aguanta estoicamente las dificultades (casi innumerables) de este tipo de empresas!.
El dilema que se presenta a quien desea sacar a flote una revista como ésta es siempre el mismo: o se escoge la calidad, venga de donde venga, para que la publicación tenga una línea uniforme y artificialmente canalizada, o se determina ofrecer sus páginas a todos cuantos quieran en ella colaborar, voces del pueblo, que en ocasiones llegan (y en otras no lo consiguen) a ese nivel de calidad por el que se lucha. Confundiríamos al lector si dijéramos que Algibe tiene resuelto ese problema. Pero no tener problemas es el camino más seguro para morir. Esta revista (¿seme permitirá decir ahora "nuestra revista"?) se plantea en cada nuevo número el viejo dilema, y en cada ocasión saltan a la mesa idénticos argumentos a favor de una u otra cosa. A la hora de seleccionar el material existente que ha de llevarse a la imprenta, ¿quién se inviste de autoridad magisterial para decidir qué es lo que tiene que salir y qué no, sobre todo cuando lo que se palpa en esas reuniones es el común deseo de aprender, de inquirir, y nunca de sentar cátedra?. Pero es en esta tensión, en este bullir lleno de dudas e inseguridades, donde encuentra el grupo poético del que hablo su más hondo sentido.
Así, Algibe ha tratado de servir de cauce para los poetas locales, pero sin caer en el "localismo" estrecho, que juzga bueno lo nuestro sólo por ser nuestro. Al mismo tiempo, ha abierto sus páginas a nombres ya consagrados, que han descendido desde su altura para colaborar en esta empresa, todo lo humilde que se quiera, pero preñada de amor a la poesía. De este modo, Algibe se está creando en cada nuevo número de la revista, se está inventando en cada nuevo recital, porque toda labor viva (y ésta, con sus posibles defectos, lo es) es la que nunca está definitivamente hecha. Desde la sabiduría lírica, de Aníbal Núñez, Paloma Palao, Eleuterio Gandía, García Mateos, pasando por el acendramiento de Amalio Gran, José Luis Esparcia, Pedro Villar, Jerónimo Lucas, o el intimismo existencial de Mari Carmen Pérez, Josefina Soria y un etc. afortunadamente largo e imposible de recoger aquí, en las páginas de la revista ha aparecido la sempiterna obsesión del tiempo, el amor a los paraísos perdidos, la honestidad de una búsqueda condenada al fracaso. Los tonos y los timbres de estos poetas son múltiples, y sería imposible en estas fines adentrarme a analizar el contenido de cada revista. Bástenos hoy con dar fe de una labor de fe, y alegrarnos de que en Villena, de un tiempo a esta parte, hayan roto los poetas (y poetas en cierto modo son los que con la lectura de la revista contribuyen a que esta siga manteniendo su impulso) su tradicional aislamiento, y que unan sus manos y sus plumas para sembrar juntos la simiente de la poesía.
Ángel L. Prieto de Paula.
Extraído de la Revista Villena de 1984
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