15 nov 2024

1966 EL CENTENARIO DE LOS MARRUECOS

"VILLENA", revista anual portavoz del M. I. Ayuntamiento de la ciudad, publica este año el artículo acerca de nuestra comparsa que nos complacemos en reproducir:  
EL CENTENARIO DE LOS MARRUECOS 
Cabe pensar si las comparsas que hacen posible nuestras famosas Fiestas de septiembre tienen, cada una de ellas, características y peculiaridades que les confieran una personalidad singular. Sin embargo, no es posible aplicar esta duda a aquéllas cuya antigüedad evidencia una fortaleza interior, una especial forma de ser que las ha hecho perdurar.
Una de estas comparsas, a la cual no puede negarse la posesión de unas particularidades consustanciales, es la de «Moros Marroquíes». Tras cien años de existencia, que se cumplen en el presente, ha dado más reciedumbre todavía a una pujanza infundida desde muy antiguo por sus hombres más representativos. Y en la plenitud de la línea ascendente que en su quehacer festero siguen desde hace muchos años, los «Marruecos» se aprestan en 1966 a celebrar tan señalada efemérides, que llena de satisfacción a los componentes de la comparsa y a los demás villenenses.
Lamentablemente, como señala D. José M.ª Soler, siempre en constante labor de investigación, sobre todo aquello que a nuestra ciudad y a su pasado y tradiciones se refiere, no es posible fijar hoy fechas exactas de la aparición de las más antiguas comparsas de «Moros y Cristianos» en nuestra ciudad. De sus trabajos se desprende que en 1845 existían ya una de «moros» y otra de «cristianos», a las que parece seguir, antes de 1860, la desaparecida de «romanos». Y añade que hasta 1884, en que D. José Zapater data fehacientemente nueve de ellas, no existen datos conocidos que puedan llevarnos a fijar la fecha de aparición de las entonces existentes.
Pero a la concisa frialdad de los datos, suple la cálida y poética tradición oral, mantenida de padres a hijos en los componentes de las comparsas. Los hoy viejos marruecos repiten unánimemente acordes la fecha tantas veces oída en las reuniones familiares, en las juntas o en los periódicos contactos de los miembros de la comparsa: ésta «salió a la calle» el 5 de septiembre de 1866, y parece fundada por un grupo de amigos que tenían en común la práctica del oficio de la carpintería. De aquí que el cabo de gastadores enarbole, aún hoy, en vez de la clásica cimitarra o el curvo alfanje, un descomunal serrucho, sorprendente auxiliar. de sus ademanes en la tarea de conducir a la escuadra que preside.
Apenas quedan los nombres de alguno de los fundadores, que pierden la vaguedad de comunes y confusos apellidos en beneficio de la evocadora eufonía de concretos apodos: «El tío Erinas»; «Golilla»; «Cartagena». Y los Guillén, patronímico tantas veces ligado en Villena a la labor de trabajar la madera.
A principios de siglo, en 1903 concretamente, se inicia un libro de cuentas y datos de la comparsa, no sabemos si el primero de ellos, que todavía se conserva. Oír citar «el libro», entre los actuales marruecos, no da lugar a dudas, tal como ocurriría entre los miembros de las antiguas tribus de Israel, salvando las naturales distancias de todo orden: todos saben de cuál se habla. Y allí, junto a los nombres y apellidos de los componentes de la comparsa, al lado de los Estevan, los Milán, los Izquierdo o los García, se alzan, para obviar cualquier similitud o duda, los sonoros apodos de los «Marruecos» de hace más de sesenta años, muchos de ellos perpetuados hoy en descendientes suyos que siguen perteneciendo a la comparsa: «Zumba», «Calañés», «Relleno», «Forte», «Cabezas», «Cerraña», «Chinales», «Caracoles», «Quebra», «Cono», los «Penilla»...
Constaba entonces el traje, en los inicios de la comparsa, traje que tal vez tengan ocasión de ver los villenenses este año, de pantalón ajustado, con pequeñas borlas; chaquetilla de manga corta, un airoso pañuelo ceñido al cuello, una capa blanca muy corta y unas medias caladas. El turbante, y unas alpargatas que el día cuatro trocaban su natural blancura por un amarillo obtenido con agua de azafrán, completaban el modesto atuendo.
Con este traje se bailarían las clásicas danzas que la comparsa ejecutaba a fines de siglo, y que fueron resucitadas, si bien efímeramente, en 1930. Y con él hacían sus ecuestres evoluciones y sus marciales desfiles los marruecos a caballo; pues salvo el cabo y los ocho moros que componían la escuadra, todos los demás desfilaban en sus cabalgaduras.
Desde muy antiguo, también, utiliza el marrueco, en las retretas, la tradicional sábana. Tal vez con su complicidad se acostaran algunos de ellos en el duro suelo tras las nocturnas carreras de los días de fiesta, dando lugar con ello al remoquete de «arrastraos», nombre cuyo confuso origen viene del siglo pasado. Asimismo de aquellos tiempos es el «cañón», reliquia casi perdida en las comparsas de nuestra ciudad y que sin embargo aún vemos en otras de poblaciones que celebran estos festejos.
Por los años veinte van perdiendo su preponderancia los capitanes de comparsa para cederla a los presidentes, que con los secretarios y cajeros impone el burocrático siglo en que vivimos. Hay entonces un «marrueco», Fernando Estevan, «que viene desempeñando la presidencia de los Marroquíes del Rif desde 1894», según reza «el libro». Citemos con él los nombres que, desde Estevan, primer presidente conocido, hasta hoy, componen una por exigua sorprendente cifra, que demuestra la firmeza y seriedad de la comparsa, una de sus más acusadas características. Son Fernando Estevan, desde 1894 hasta 1930; de 1931 a 1936, Bartolomé Milán. Emilio J. Manzaneque lo será en 1939, hasta 1951, y le sustituirá Juan Hernández Camarasa, que cederá su mandato, tras las fiestas de 1962, al actual, Francisco Menor Marco.
Juan Hernández Camarasa, presidente de los "marruecos" durante diez años, recibe del presidente actual, Francisco Menor Marco, en el transcurso de una cena-homenaje, el título de presidente de honor, merecida recompensa a su fecunda labor en una de las más brillantes épocas atravesadas por la comparsa.
La comparsa, a tenor de los acontecimientos que se desarrollan en los diez o doce años anteriores a 1936, pasa, como es lógico, los naturales altibajos. Pero no cesa de cumplir su cita anual con las Fiestas, salvo el obligado paréntesis de los tres años que van de 1936 a 1939. Tras ellos nace con pujante brío; se forma una directiva que preside Emilio J. Manzaneque, ya citado, auxiliado por Francisco Francés Martínez, «socio desde antes de 1900», Jerónimo Lázaro García, Joaquín Marco Hernández, Juan Hernández Camarasa, Joaquín Ferrándiz Compañ y Francisco Marco García. Todos ellos forman el aglutinante que impulsa a los «Marroquíes» por el camino que ha seguido la comparsa hasta llegar a su actual esplendor.
El «Bando Marroquí», otro de los nombres por los que se conoce a esta comparsa, ha influido notablemente en las fiestas, y su actuación ha merecido más galardones que cualquiera otra entidad festera, desde el año en que fueron establecidos éstos. Los «marruecos» se atribuyen la iniciación del clásico almuerzo «de la sardina» del día 9, el cual organizaban conjuntamente y al que invitaban a los músicos. Y blasonan igualmente de haber establecido la costumbre de que le banda de música permanezca en Villena la tarde de este mismo día, en vez de marchar por la mañana tras la despedida de la Virgen, y asistir así al acto del nombramiento de los nuevos capitanes y abanderados, a partir del año 1956.
Curiosa es la costumbre de esta comparsa de desfilar únicamente al son de marciales pasodobles, uso que no sigue, al menos totalmente, ninguna comparsa de «moros» en Villena. Y más curioso aún el hecho de que no sepan dar explicación de tal costumbre, al parecer común antiguamente a las comparsas de moros. Ha sido siempre así... y nada más. No parecen prestarse las piernas de los «marruecos», severamente enfundadas por la ceñida media, al cadencioso andar de los moros que portan pantalón desmayadamente ancho y ondulante hasta casi cubrir la zapatilla. Y cuentan para sus desfiles, como otras comparsas locales, con su propio pasodoble, que data de 1957; una inspirada composición de Rafael Martínez Coll, director de una banda valenciana.
Queden para la pequeña historia los nombres de los componentes de la directiva que tienen la responsabilidad de conducir la comparsa en año de tanta responsabilidad como es el del centenario: Presidente, Francisco Menor Marco; vicepresidente, Francisco Hernández Francés; tesorero, Joaquín Marco Hernández; secretario, Ezequiel Martínez Ángel. Los vocales son Francisco Marco García, Jerónimo Lázaro García, José Estevan Hernández, Inocencio Milán Martínez, Joaquín Valera Gil, Francisco Maestre Estevan, Francisco Marco Estevan, Joaquín Marco García y José Miralles Díaz.
Estos hombres, y 125 «marruecos» más, aproximadamente, vestirán de nuevo, el 5 de septiembre, la vestimenta que les caracteriza actualmente; pues al sencillo traje de finales del siglo anterior, ha sucedido hoy otro que, si bien tiene en aquél su punto de arranque, ha sufrido en lenta y continua evolución un enriquecimiento en las prendas y efectos del marrueco, las cuales vamos a enumerar, no obstante que ello suponga un enfriamiento en los ánimos de quien pudiera aprestarse a formar parte de la comparsa. El «marrueco» que desee desfilar completamente vestido y equipado ha de contar con lo siguiente: un turbante blanco, con casquete rojo y borla negra; chaleco rojo, ribeteado de amarillo, y chaquetilla verde con vivos negros, de manga larga. Una faja amarilla rematada con borlas; pantalón azul, igualmente con borlas de color amarillo, que caen sobre medias de idéntico color, terminadas en zapatillas de igual tono. El marrueco porta airosamente, como su antecesor de hace un siglo, una capa blanca, algo más larga que entonces, con una capucha. Y además del delantal amarillo de cuero, con los clásicos mangotes, la mochila, el pico y el arcabuz, del que emerge un banderín con los colores tradicionales: blanco, rojo, amarillo y verde.
Queda aquí el reflejo, en imprecisos y por fuerza contados rasgos, de lo que es y lo que ha sido a través de cien años, la comparsa de «Marruecos». Tema que bien merece más espacio, y mucho mayor sería éste si se quisieran relatar los avatares por los que han pasado los «arrastraos» en tan dilatado espacio de tiempo y dos merecimientos que por su actuación en él tienen acreditados como buenos villenenses, celosos defensores de la tradición y enfervorizados devotos de la Virgen de las Virtudes. Deseemos, para bien de las fiestas y de cuantos bellos y nobles sentimientos laten en las, que sean muchos años más los que los «Marruecos» pongan de manifiesto, en nuestros más queridos festejos, las virtudes que como grupo festero han evidenciado siempre.
Alfredo Rojas
Extraído de la Revista Centenario Bando Marroquí 1866-1966
Cedido por... Francisco Marco Hernández

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