BOSQUEJO HISTÓRICO La ciudad siempre apetecida
Por JOSE TARI
Al más ligero análisis de la Historia de Villena llama la atención, de manera significativa y singular, la constante y perseverante apetencia de posesión que, en todo tiempo, ha despertado a reyes, príncipes y magnates la legendaria Bigerra.
Se inician los afanes y estímulos de poseer tan interesante localidad, en la época musulmana, a juzgar por el heroísmo con que resistió la morisma ante el interés que mostraron los cristianos por ganarla y poseerla durante los reinados de Jaime I de Aragón y Fernando III de Castilla.
Los caballeros aragoneses de don Jaime, al frente de aguerridas huestes, intentaron dos veces ocuparla; el Comendador Alcañiz, con los almogávares, la sitió fortificándose en sus inmediaciones y logrando que los moros se ofrecieran al Rey Conquistador y acabaran rindiéndose a los freiles de Calatrava.
El infante don Alonso de Castilla también anhelaba su posesión y pretendió apoderarse de la Villa, intento del que desistió por respetar el dominio de los aragoneses; mas, merced al tratado de Almizra de 26 de marzo de 1244 se logró su posesión para la Corona de Castilla.
Por constituir preciado galardón consiguió en 1258 el infante don Manuel, tras reiteradas solicitudes a su padre Fernando III el Santo, la concesión del Castillo y Señorío Villenense; en 1261 los moros del Reino de Murcia, en su rebelión, la pretendieron nuevamente precisando la intervención política del Conquistador en favor de los castellanos para el sometimiento de los sarracenos reintegrando la Villa al infante castellano que se obligó a respetar los tratados establecidos con los moros.
El siempre apetecido señorío lo ostentó también el infante don Juan Manuel desde 1284 y por la sentencia arbitral de 1304, no obstante formar el territorio parte de la Corona de Aragón, pasando poco-después a Castilla más por costumbre y negligencia que por derecho.
En la guerra de los Pedros, primero de Castilla y cuarto de Aragón, fue la bella y rica región villenense teatro de bélicas contiendas por las apetencias posesorias que su situación fronteriza despertaba; durante el reinado de Enrique II de Trastamara se instituyó el Marquesado de Villena a favor de don Alfonso de Aragón, marquesado que también apeteció don Enrique de Aragón, después de haberlo confiscado su abuelo.
Al continuar las rivalidades entre Castilla y Aragón, por la guerra entre el monarca castellano Juan II y el aragonés Alfonso V (1429-30) fue nuevamente atacada Villena que se redimió del asedio merced a fuerzas valencianas que acudieron en su auxilio y pasó el importantísimo e influyente marquesado en 1445 a don Juan de Pacheco por concesión del citado monarca castellano.
Por el levantamiento en armas en 1476 contra los moros conversos que protegía el marqués don Diego López Pacheco y que originó sangrienta mortandad —que aún se recuerda por las cinco campanadas que, en vez de tres, se tocan al Alzar en la iglesia de Santa María— fue el señorío incorporado a los Reyes Católicos. Después ostentó el título don Juan Manuel Fernández Pacheco sin llegar a poseer el dominio del señorío y tierras.
También despertó Villena las apetencias del Archiduque de Austria que, en abril de 1707 entraron sus tropas en el recinto de la población originando incendios, invadiendo iglesias, destrozando imágenes y-produciendo robos y saqueos; pero la Villa persistió en favor del rey Felipe V que premió su valiosa adhesión con el título de Ciudad Fidelísima.
Por su situación estratégica y emplazamiento fronterizo en el confín o vértice de los reinos de Murcia Castilla y Aragón —por la riqueza y fertilidad del suelo así como por la nobleza y altruismo de sus moradores— perteneció a dichos reinados y al de Valencia; a fines del siglo XVIII estuvo agregada a la provincia de Murcia y en las divisiones territoriales del siglo XIX fue adjudicada a Valencia; figuró, después, incluida en la provincia de Albacete, volviendo a ser murciana, en cuyas tres provincias se ostentó su posesión con vanidad y orgullo, y, en 1863 quedó reincorporada definitivamente a Alicante y elevada al rango de Cabeza de Partido Judicial, constituyendo un preciado y estimadísimo galardón de nuestra provincia.
Extraído de la Revista Villena de 1960
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