19 nov 2024

1967-1917 DIRECTORES DE COLEGIO SALESIANO

DIRECTORES DE COLEGIO SALESIANO
Alberto Pardo
Al filo de este Cincuentenario que se prepara en nuestro Colegio, no podemos ni debemos relegar al olvido a quienes cupo la tarea de estar al frente de él en este tiempo que dejamos atrás: Los Directores que, en sus distintas épocas y facetas, hubieron de permanecer en sus puestos como fieles depositarios de las enseñanzas de Don Bosco en Villena.
El primero en ocupar este cargo fue el Rvdo. Don Eduardo Gutiérrez. A él le correspondió las primicias del Colegio Salesiano en Villena. Sin que pueda dar testimonio personal de aquellas fechas, sí me atrevo a declarar, por personas que mejor conocieron aquellos días finales del año de 1917, que no eran muy apropiados para que la labor a comenzar diese unos frutos inmediatos. Movimientos políticos de aquel entonces impedían, en buena parte, el desenvolvimiento, no sólo económico sino de apostolado. Todo ello fue superándose poco a poco. Y aun tuve ocasión muy propicia para poder saludar a D. Eduardo cuando, de permiso hace unos años de las Misiones en la India donde todavía se encuentra, pude charlar unas horas con él. Aparte de las dificultades propias de las tierras de misiones, recuerdo que en esa conversación alguien le preguntó por el peligro de los tigres. Los famosos y temibles tigres de Bengala. Con esa sonrisa característica de los misioneros, con esa simpatía innata de quien se entrega a las almas por Dios, a través del tamiz de su luenga barba, contestó de la forma más sencilla: «Bien. Los tigres solamente son peligrosos si ya han probado carne humana. Los que no la probaron no suelen atacar. Lo malo de esto es que, a priori, no es posible saber, si tropezamos con alguno de ellos, si comieron o no de ella. Y cualquiera se lo pregunta...»
El curso que se inició el año 1921 nos trajo al segundo director de la Casa: Don José Castells. Es el único al que no he tenido la fortuna de conocer personalmente. A pesar de ello me consta que la situación económica del Colegio se iba haciendo insostenible por momentos en su corto mandato, Y no obstante, quiso María Auxiliadora que sus hijos se quedaran en Villena. Todo fue solucionándose, aun con muchas dificultades y así llegó el año siguiente en que se hizo cargo de la dirección del Colegio el muy recordado don Recaredo de los Ríos. Me parece verle todavía con esa mirada suya tan característica, tras de aquellos lentes diminutos, mirada profunda con sonrisa en los labios, mirada que llegaba hasta lo más recóndito de nuestro ser al propio tiempo que de su boca salían admoniciones escuetas, sencillas, hondas, indubitables. Durante su estancia se puso en marcha formalmente la Asociación de Antiguos Alumnos. Se hicieron unos leves escarceos para levantar el teatro que se proyectaba. Mientras, en aquel teatrillo (¿recordáis?) donde ahora está el Salón de Antiguos Alumnos, con un «gallinero« de maderamen de todas épocas, se proyectaba, alternando con funcioncillas teatrales, las películas de Tomasín, Carlitos, Sandalio, de americanos, aquella de series inacabables, gracias a la donación que del proyector cinematográfico hiciera un eminente Cooperador Salesiano. Aun recuerdo cuando, con la natural alegría, nos lo comunicaba don Recaredo en aquellas «Buenas Noches», pidiendo para el insigne bienhechor nuestras oraciones. En aquel teatrillo, y tras de su primera audición en la Capilla, «funcionaba» aquella orquesta (??) que estrenaba «Stradivarius» de a perra gorda. Hoy, con toda seguridad, este antiguo Director nos estará contemplando desde el cielo. Fue su muerte la de los mártires. Y como tal, es posible que (aun adelantándome al juicio de la Iglesia), podamos verle en los altares algún día.
Sigue el desfile de Directores. Le toca ahora a quien llegó en los primeros días al Colegio como clérigo: Don Ramón Cambó (27-31). Persona de grandes iniciativas, una de sus mayores ilusiones fue dejar terminado el teatro apenas iniciado. Consideraba de gran valor pedagógico, como ya lo demostró Don Bosco, su puesta en marcha. Y, además era totalmente necesario, aunque solamente fuera por motivos de salud. Cómo lo consiguió, a ciencia cierta no lo sé. Sí puedo afirmar que lo terminó. Y allí, con capacidad suficiente para alumnos y simpatizantes de la Obra, se representaron bastantes funciones. Allí tenía sitio especial la incipiente orquesta que rasgaba (en su más estricto sentido) los aires como podía. El advenimiento de la Segunda República con todo lo que de ella emanaba, dio origen a un cierre temporal del Colegio. Hubieron de ausentarse los Salesianos. Cuando volvieron y de nuevo pudimos tenerlos entre nosotros, aunque de forma inconstante e irregular, se encargó de la dirección Don José Luis Méndez, (31-35) que en el mandato anterior estaba de Consejero. Nadie que conociese a D. José Luis, como se le llamaba generalmente, dejaría de quedar prendado de sus cualidades como gran humorista no exento de virtud salesiana. Aquellos tipos que ingenió y a los que dio vida en el teatrillo, primero y en el teatro, después... Si algún domingo no había nada preparado para poder ofrecer alguna función a los chicos, se «agarraba» a su vena creadora y de su numen salían a borbotones diálogos, comedietas, farsas... etc. En prosa o en verso, porque cultivaba ambos géneros con singular destreza. Poco antes de la Guerra de Liberación marchó a la Argentina donde todavía se encuentra. Y le sustituyó D. Jesús Almazán (35-36) de salud poco envidiable. Los acontecimientos de aquellas fechas, recordados por quienes los vivieron, precipitaron la salida de la congregación a marchas forzadas, y en la medida que fue posible. Sin embargo, hay que señalar un detalle que considero muy singular: Todos los Salesianos que entonces dependían de Villena salvaron sus vidas. No hubo una sola baja. En este tiempo se derribó el teatro que acabara don Ramón Cambó. El pretexto, una calle que todavía no ha sido abierta.
De nuevo los Salesianos en Villena. Año de 1939. Dificultades, muchas. Más aun, insuperables. La Congregación, sobre todo en la Inspectoría Tarraconense, a la que estaba adscrito el Colegio de Villena, quedó diezmada. No había suficiente personal para todas las Casas. Era preciso cerrar algunas de ellas. Y entre ellas se señaló, casi por unanimidad, la de Villena. Pero, ¡ah!, que los hombres proponen y Dios dispone. María Auxiliadora, como gran medianera, hizo el milagro. Sucedío que la única imagen de su advocación que se salvó de toda la Inspectoría que quedó en esta Zona fue en Villena. Y alguien, en el momento en que se iba a decretar formalmente el cierre del Colegio lo advirtió. «Mirad que es el único sitio donde María Auxiliadora se ha conservado». ¿Fue razón de peso? ¿Conmovería a todos los Superiores esta circunstancia? ¿Habría otros motivos más fundamentales? Solamente puedo decir que a los pocos días llegó don José María González, que también tuvo el puesto de Consejero hasta el cierre del Colegio, quien llegó a nuestra población con el intento de poner de nuevo en marcha el mismo. Como al principio, o casi igual, muchas dificultades. Se carecía de todo. Hasta de unas simples camas. Y hubo que reponer el mobiliario escolar, hubo que adecentar la Capilla, hubo que abrir las puertas con un escasísimo número de Salesianos. No importaba. El caso era no dejar perder la ocasión. Y con la ayuda de Dios el Colegio siguió su ruta hacia metas más consistentes y ansiadas. Ya empezaba a sonar la necesidad de implantar el Bachillerato y aun el internado. Pero los segadores eran muy pocos. De momento, era poco menos que una utopía pensar en ello. Durante el tiempo de don José María se celebraron las Bodas de Plata del Colegio. Actos sencillos en el Teatro Chapí, para dar fe de que la familia salesiana no olvidaba esa efemérides.
A don José María le siguió don Mariano Beltrán. De grandes dotes oratorias y persuasivas. Puede decirse que, a partir de entonces, cuando ya iban desapareciendo las heridas que quedaron en el edificio (pocas afortunadamente) comenzaba a to¬mar cuerpo la Congregación Salesiana en Villena. Hasta este momento, todo fueron esbozos y trabajo, mucho trabajo, con un fruto no muy
consolador. Desde que acabó la lucha de Liberación el Colegio, aun con la penuria de los primeros años, ya iba cambiando en su fisonomía. Don Mariano Beltrán colocó la imagen de María Auxiliadora que, desde entonces, viene presidiendo la Capilla.
Hablamos ahora de un Director que se ganó las simpatías de Villena rentera. En tiempos de la República estuvo con nosotros, de clérigo, con el nombre de don Emilio. Cosas del Magisterio de entonces, Pero resultó llamarse don Luis Giménez, en la actualidad en las Misiones del Ecuador. De vez en-cuando recibimos sus consoladoras noticias, impregnadas de un gran salesianismo y de un gran villenerismo. No se olvida nunca que fue nombrado hijo adoptivo de Villena y de Villena se considera. El Oratorio Festivo cobra grandes bríos durante su estancia. La acción religiosa se promueve de una manera prodigiosa era su tiempo. Y acrecentó la devoción a María Auxiliadora que ya tenía grandes arraigos en Villena de forma elocuente. La capilla se veía insuficiente. Recuerdo que en una fiesta de María Auxiliadora se acabaron todas las formas para dar la Comunión a los fieles. No quedaba ni consagradas ni sin consagrar. Y hubo necesidad de trasladar el Santísimo de la Parroquia de Santiago para que el Cuerpo de Cristo pudiera ser recibido por quienes estaban postrados a los pies de su Madre.
Con D. Guillermo Pérez, continuador de don Luis Giménez, se dieron comienzo, aunque de forma esporádica, a las clases de Bachillerato. Paso muy importante a pesar de la endeblez de sus comienzos, por cuanto se carecía de personal suficiente para atender a todos los chicos. Los Salesianos tenían que multiplicarse. Hacer varios oficios conjuntamente. Y la idea internado que comenzara en don José María, fue tomando consistencia. Entonces ya se contaba con más personal y sería más fácil conseguir, cuando menos, que esas clases de Bachillerato lo fueran formalmente. Llegó D. José Sánchez. Alguien ha llamado a este virtuoso sacerdote como el constructor de Colegios. Naturalmente, en la forma en que venía desenvolviéndose la enseñanza media era imposible sostenerla con toda normalidad. Había que estudiar la posibilidad del internado. Y no podía atenderse a todo a la vez. Se tuvo que renunciar a las clases de Bachillerato, momentáneamente, y se iniciaron conversaciones, se hicieron proyectos, comenzó la propaganda, hasta que todos los deseos comenzaron a convertirse en realidades. El internado quedada aprobado en Villena. Comenzaron las obras sacrificando el frontón antiguo. Obras que todavía no han concluido, pero que se encuentran en período adelantadísimo. Dejó el Colegio con lo mínimo indispensable para acoger a unos cuantos internos. El Bachillerato quedó así asegurado. Y entonces fue cuando se envió, para inaugurar esta nueva etapa, a D. Manuel Díaz, de reciente memoria. Las obras continuaban. Las clases, aunque faltos todavía de personal, se pusieron en práctica, niños procedentes de otras poblaciones aumentaban el censo escolar y, año tras año, se ha visto crecer el Colegio en cantidad de alumnos y en extensión (hacia el cielo) de cabida. Tres años de mandato de D. Manuel Díaz. Ideas originales. Una de ellas: Desde entonces, nuestra amantísima Patrona, la Virgen de las Virtudes, sale a hombros de los Salesianos, el 5 de septiembre, desde la Capilla donde es recibida por toda Villena.
Las obras siguen. Y los directores también. Hemos llegado cronológicamente, al último, hasta estas fechas, al actual. A don Ángel del Barrio. De su dinamismo, de su capacidad creadora no voy a hablar. Todavía tiene tiempo de conocerle quien lo desee, solamente con traspasar los umbrales del Colegio.
Aquí doy por terminada la relación de los directores que han sido de este Colegio Salesiano de Villena. A propio intento he omitido muchos nombres de estupendos Superiores que también estuvieron con nosotros en estos cincuenta años. Hubiera hecho interminable esta croniquilla. Y todos, que dejaron su huella de una u otra manera, tienen un denominador común: Todos, absolutamente todos, también dejaron sus sudores, a veces sus lágrimas, su esfuerzo para que Villena tuviera la alegría de una juventud sana y provechosa. A nosotros, los que fuimos alumnos, nos proporcionaron muchas alegrías. «Quién volviera a aquéllos años...» Esto lo decimos infinidad de veces cuando nos tropezamos unos con otros.
Y, como final un ruego. Para todos aquellos que sacrificaron sus vidas en aras de un Centro Escolar como el que hoy tenemos en nuestra Ciudad, un recuerdo traducido en oraciones. Por los que disfrutan de la Paz del Señor, para que intercedan por este Colegio. Por los que todavía andan entre mortales, para que Dios y María Auxiliadora les ayuden en la tarea de una enseñanza totalmente cristiana.
Villena, septiembre 1966.
Extraído de la Revista 1917-1967 Cincuentenario Salesianos

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