REALIDADES Y SOMBRAS. Por el Cura de Santa María
Con toda sinceridad confesamos que quisiéramos que estas líneas fueran ofrenda cálida de amor; homenaje encendido de entusiasmo; estrofa vibrante del canto triunfal que Villena entera en estos días a su augusta Patrona, la Santísima Virgen de las Virtudes. Y sin embargo… al tratar de pulsar estas cuerdas, las encontramos flojas y empolvadas; no vibran…La Parroquia de Santa María, más obligada que nadie a alegrarse en estos días, y a pregonar su gozo y su júbilo el loor de la Madre de Dios, (que es alegría, gozo y júbilo propios de ella misma), gime y llora bajo pesadumbre de sus ruinas. No es extraño, pues, que esté más para lamentos elegíacos, que para cantos triunfales.
Contemplando las ruinas calcinadas de una de estas noches estivales a la luz tenue y difusa de las estrellas, que iluminan débilmente el recinto profanado, nos ha parecido ver vagar inquietas las sombras de aquellos que bajo las losas del pavimento dormían el sueño de los justos en paz cristiana. Porque, hasta el día 10 de diciembre de 1804, el Templo de Santa María fue lugar de oración para los vivos, y de sepultura cristiana para los muertos, que así se unían con un lazo común que les llevaba hasta Dios, bajo la mirada amorosa de su Madre celestial que a todos cobijaba, vivos y muertos, y a todos invitaba a elevarse tras de Ella en su Asunción gloriosa a los cielos.
Y aguzando la vista en la penumbra de aquella noche estival, por entre las columnas y pilastras negras y los andamiajes erguidos, acertábamos a distinguir las figuras redivivas de caballeros de Montesa, Santiago y Calatrava; de regidores perpetuos de la ciudad; de capitanes y soldados; de labradores sencillos y de honrados menestrales; de todos aquellos antepasados vuestros, unos ilustres, oscuros otros, que llenaron los cuarteles de nuestro escudo y dieron mote glorioso a su leyenda, forjando la grandeza de la MUY NOBLE, MUY LEAL Y FIDELÍSIMA CIUDAD de Villena.
Y afinando el oído en el silencio tranquilo de la noche, oíamos claramente los apellidos con que se llamaban, que ellos nos legaron honrados y esclarecidos. Por allí desfilaban, lamentándose de su descanso roto, los Ruiz de Alarcón; Selva; Mergelina; Fernández de Palencia; Fernández de Medina; Fernández Herrero; Domene; Cerdán; Cervera; Lobregad; Estevan; Amorós; Menor; Hurtado; Ferriz; Marco; Flor; con otros, más comunes y extendidos: Hernández; Sánchez; López; Martínez; García; Navarro… todos ellos pidiendo y suplicando que se les vuelva a permitir el sueño y el reposo del lugar sagrado, y que sobre ellos vuelva a descender, solemne y pausada, la salmodia y la oración con que la Iglesia velaba su paz cristiana.
Y desaparecida la ilusión, se imponía la realidad desoladora, tan amarga como el reproche de las sombras. Aquel suelo, bajo el cual están los restos de varias generaciones más gloriosas que la nuestra; aquellos muros negros calcinados; aquellas bóvedas desaparecidas; cerraban un día el recinto sagrado del Templo, donde se alaba a Dios; se venera a la Virgen, Santa María; y descansan en paz, esperando la resurrección final, vuestros gloriosos antepasados.
¿Volverá todo aquello a ser lo que era?... ¡Lo será, porque Dios lo que quiere!
¡Villenenses! Por el honor de Dios, nuestro Padre; por el amor de la Santísima Virgen, nuestra Madre; por la paz y la gloria de vuestros antepasados; ¡ayudadnos a reconstruir la Parroquia de Santa María!
EL CURA DE SANTA MARÍA
Programa de Fiestas 1946
Cedido por... Elia Estevan
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