Vivir la reconquista en Villena (larazon.es)
Revivir el pasado es el mejor camino para aprender de las páginas que ya ha escrito la Historia y que no deben emborronar el presente. Las luchas que libraron los Moros y Cristianos fue una constante en la Península Ibérica durante la Reconquista, época en la que los reinos cristianos combatieron por recuperar el terreno arrebatado por los moriscos siglos atrás. Aunque de otra manera, el desafío se repite actualmente en el mundo, por lo que las fiestas de Moros y Cristianos que se celebran cada año en el Levante y sur de España se convierten en un alegato de paz.
Dispuestos a conocer la magia de estas celebraciones nos vamos hasta Villena, pues la ciudad alicantina festeja esta semana las Fiestas de Moros y Cristianos más multitudinarias de nuestro país, con la participación de más de 12.000 personas durante sus representativos desfiles.
Declarada de Interés Turístico Nacional en 2015, la celebración de estas cabalgatas es una explosión de color, música y entretenimiento aunado con la tradición y el pasado que logra poner la piel de gallina al viajero que la descubre por primera vez. Y no es de extrañar, pues tal y como aseguran sus vecinos, «son el mejor ejemplo de la concordia y la armonía entre dos bandos diferentes».
Durante meses, los villenenses trabajan sin descanso para confeccionar los coloridos trajes que muestran durante esta semana en cada uno de los desfiles que inundan la ciudad. Y es que el despliegue es colosal, ya que cuenta con 14 comparsas, siete formadas por el bando moro y otras siete por el cristiano.
Desde el siglo XV
El origen de la festividad que celebra durante estos días el municipio de Villena se remonta al año 1474. Fue por entonces cuando se proclamó a la Virgen de las Virtudes como patrona de la ciudad para evitar el contagio por la peste que asolaba Europa en pleno siglo XV.
Sin embargo, esta conmemoración también tiene un argumento militar que tiene su origen en la antigua Milicia del Reino, llamada más tarde soldadesca, que participaba en la fiesta patronal desde el siglo XVII. Lo más llamativo de ésta son los desfiles, sobre todo La Entrada y La Cabalgata, donde participaban festeros con trajes espectaculares a ritmo de marchas moras, cristianas y pasodobles creados específicamente para las fiestas. La tradición es más que honda, ya que la soldadesca ya estuvo en la romería de Villena de 1638.
Recuperar el castillo
El imponente perfil recortado en el horizonte del castillo de la Atalaya, santo y seña de Villena, es el mejor emblema del mestizaje cultural musulmán y cristiano del que presume la ciudad alicantina. Su gran singularidad y valor histórico lo llevaron a ser declarado Monumento Histórico Artístico en 1931, aunque posteriormente ha sido declarado Bien de Interés Cultural.
El origen del castillo se remonta a finales del siglo XII. Su emplazamiento en el cerro de San Cristóbal, una moderada elevación de la sierra de la Villa, le permitió ejercer el control y la defensa del territorio circundante. Su uso se prolonga en el tiempo desde época musulmana hasta la Edad Contemporánea, lo que le hizo partícipe directo de acontecimientos tan decisivos como la ocupación musulmana de estas tierras e incluso la Guerra de la Independencia. Ahora, durante las fiestas que se celebran estos días en Villena, el castillo vuelve a ser el centro neurálgico de la ciudad con la interpretación de la Guerrilla y la Embajada del moro al cristiano.
«La emoción invade a todos los asistentes que contemplan los desfiles y la interpretación de las batallas para recuperar el castillo, pues el discurso que argumenta el líder de cada bando subido a lomos de su caballo es muy emocionante, adaptado a la época», confiesa Mercedes Menor, teniente de Alcalde de Villena, quien asegura que «esta fiesta consigue estremecer todos los sentidos: a los vistosos e impresionantes trajes se suma la fuerza de la música que tocan las 123 bandas que acompañan la parada, mientras que en el cielo resuena la artillería que deja un inconfundible olor a pólvora».
Durante estos días Villena vive tanto de día como de noche, ya que al terminar los multitudinarios desfiles, sobre las tres de la madrugada, comienza la fiesta más bulliciosa alrededor de las verbenas. Y a las 7.30 de la mañana suena la Diana de todas las comparsas con sus bandas. «El ritmo es frenético tanto de día como de noche y hay actividades para todos los públicos», asegura Menor, quien detalla que «durante estos días Villena consigue atraer a miles de visitantes que llegan de toda España y que quedan tan asombrados que suelen repetir».
La tradición que se vive en las calles de la localidad alicantina también se deja saborear en sus restaurantes, pues la gastronomía villenense es una oda al carácter fronterizo de la ciudad, cruce de caminos entre Castilla-La Mancha, Murcia y Valencia. La gachamiga, elaborada con ingredientes tan tradicionales como los ajos, la harina, el aceite y el agua, es buen ejemplo de ello, aunque lo mejor es acabar con cualquiera de los dulces de raíces árabes que aquí se elaboran a base de almendra y miel para terminar con un brindis con alguno de sus licores por el buen entendimiento entre moros y cristianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario