VALORES DE LA NUEVA GENERACIÓN
Para un observador superficial de la generación actual podía parecer que una de sus características esenciales es la indiferencia. Ahondando un poco vemos lo falso de esta observación.
La huella de la historia ha ido configurando este espíritu que no es rareza de hoy, sino consecuencia de unas circunstancias que le han antecedido.
Más que indiferencia es un cierto escepticismo el que invade los espíritus. Y este escepticismo es fruto de un cansancio: cansancio de tanta palabra hueca; cansancio de tantos ideales destrozados.. cansancio... Y el espíritu de esta generación, como humano, sigue: y sueña e idealiza y siente miedo ante el destino que puede derribar todos los proyectos.
Evidentemente es esta una generación en crisis, una época fundamentalmente de transición. Por ello, tal vez también, de sufrimiento. Este sufrimiento ha sido definido como angustia De ahí el nacimiento de esa serie de filosofías existenciales que afectan a todo el orden humano: religión, política, literatura, y que problematizan más que nunca las situaciones límites del hombre: la muerte, la lucha, la culpa, nuestra postura frente al otro, circunscrita ya al prójimo, ya a Dios.
Antes, hasta el programa más practicista estaba afectado de idealismo. Así, el Positivismo de finales del XIX y principios del XX que divinizó la Humanidad y convirtió su sociología en una seudo religión. Hoy, en cambio, a las bellas piezas oratorias que antaño inflamaban los Parlamentos, preferimos la presentación de un plan formulado por unos técnicos que estudien situaciones reales; preferimos al hombre que viva lo que predica, aunque falte a las reglas de la estética, antes que al orador que adorna con fraseología la palabra incluso la de Dios, de tal forma, que Este queda oculto como en los altares barrocos queda oculta su Cruz de Salvador.
Existe en esta generación el fuerte deseo de que sus ideales adquieran plena vivencia, ansía lo vital. Por ello, ese cierto escepticismo del que hablaba al principio, no es más que un anhelo insaciado de verdad, de autenticidad, de encarnar lo que predica. Y es que la verdad no puede ser tal, sino encarnado en el ser. la mejor demostración de una verdad es su realidad. Cuando Dios quiso revelarse no formuló un silogismo, sino que encarnó su Palabra para que, ante su testimonio, le conociéramos. La base de toda confianza humana, tanto en el plano individual como en el social, es que nuestra palabra sea realmente expresión de nuestro ser. Si no es así, nuestra postura puede convertirse en arma peligrosa contra la verdad que enunciamos pero no vivimos, y "esto es mucho más grave, allí donde lo que está comprometido no es una verdad sino la Verdad, es decir Cristo". (G. Marcel).
Yo creo que esta generación, a pesar de todo lo que se ha dicho y escrito, contiene una serie de valores trascendentales que todo educador y todo gobernante han de tener en cuenta si se quiere que esta etapa de transición alcance una feliz madurez.
F. Sánchez Cánovas
Extraído de la Revista Villena de 1964
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