25 AÑOS DE PAZ
Diálogo entre un joven, un hombre de la generación del 36 y un viejo.
Joven. —¿Cuándo vamos a poder hablar los jóvenes?
H. 36. —¿Cuándo vamos a poder hablar los de la generación del 36?
Viejo. —¿Cuándo vamos a poder hablar los viejos?
Joven. —¿Pero es que aún queréis hablar más?
Viejo. —¡Pero si nos taparon la boca, diciéndonos que éramos jóvenes aún, y cuando nos la
destaparon, ya no nos escucharon porque nos llamaron viejos!
H. 36. —¿Y de qué queréis hablar unos y otros? Porque yo también quiero hablar alguna vez. Joven. —Yo, de la felicidad a que tengo derecho. ¿Y tú?
Viejo. —Yo del gobierno de los pueblos, pues tengo mucha experiencia. ¿Y tú, medio joven y medio viejo?
H. 36. —Yo quiero hablar de mi España, donde tenemos que caber todos con una continuidad que perdure.
Joven. —Yo también soy español; procuro abrirme camino y me encuentro todos los puestos ocupados.
H. 36. —¿Qué quieres entonces, ocupar nuestros puestos? ¿Y qué vais a hacer con nosotros? ¿Destituirnos a todos?
Viejo. —¡Lo que hicisteis con nosotros! Un día nos disteis un puntapié y os apoderasteis de nuestros puestos.
H. 36. —Perdóname que refresque tu memoria. Ni os hemos dado ningún puntapié, ni os hemos destituido de ninguna de vuestras posiciones. Seguís donde estabais. Nosotros, a lo sumo, llenamos el vacío que se abrió tras una epopeya. Que conste que algunos de nuestra edad sigue luchando por conseguir una posición relativamente segura para él y sus hijos; en esto nos parecemos a los jóvenes.
Joven. —Eso es: provócame. ¿Cuántos obreros y estudiantes, e hijos de familia esperamos que nos digáis: sed nuestros continuadores, relevadnos?... A veces dudo si servimos para algo, mirados desde vuestra cómoda posición.
H. 36. —¡Cómoda posición! Algún día sabréis de nuestra cómoda posición. ¡Nosotros, los que hemos pasado por épocas en donde el comer bien era delito moral, pues era tanta el hambre que había en nuestra querida España...! Y en cuanto a que no os tenemos en cuenta tampoco es cierto. Primero, porque sois nuestros hijos; segundo, porque poseéis el mayor tesoro: la belleza de la juventud, que nosotros la hemos perdido sin saber cómo ni cuándo.
Viejo. —Otro ataque más a nosotros los de mucha edad. Otro desprecio más de los hijos a los padres, hoy abuelos.
H. 36. —¿Pero, qué dices? ¡Si sois nuestros progenitores, si fuisteis los que nos enseñasteis a amar, a vivir, a crear y a odiar, aunque este sentimiento tan feo sea tomado en la acepción de la antítesis del amor y muchas veces confundido con él! ¡Si nosotros somos lo que vosotros quisisteis que fuéramos; anhelabais la paz y os la hemos dado! Y tú, como padre, no podías exigir más a tus hijos.
Joven. —Todo lo que nos dices son tópicos Yo necesito que me convenzas. Tú has hablado de la palabra odio, que desconozco, y quiero oportunidades para triunfar.
H. 36. —¡Bendito seas, hijo mío, porque dices que desconoces esa palabra y ese sentimiento, tanto si brota de tu corazón, como del presentimiento de que eres odiado por otros. Dios quiera que sigas con esa línea de conducta, y cuando llegues a viejo puedas decir que tuviste todos los vicios y pecados del mundo, menos uno: la ira o el odio. Y sigamos. Hay un proverbio japonés que dice: "Si la salvación del mundo depende del corte de uno de tus cabellos, no te lo cortes". ¿Te escandalizas? ¿Tú no has oído nunca esta frase tan ingenua y a la vez tan egoísta?: "Si todos fueran como yo, el mundo sería mejor". Pues ahí es donde existe la dificultad y el remedio, y ya que el mundo no puede ser como tú eres, gracias a Dios, no pretendas que todos cambien hacia ti. Y eres tan rebelde que no quieres aceptar los principios que respetan la mayoría, apártate, busca quien te comprenda y no escandalices. ¿Quieres un ejemplo de los infinitos que te puedo dar, para demostrarte que aunque se oigan ladridos nuestra España y nuestro Villena sabe dónde va? Helo aquí: yo sé que tú eres festero, que perteneces a una de las catorce comparsas, que cada año sois más y que durante cinco días sois dueños de las calles, de la Iglesia, de Nuestra Virgen de las Virtudes, de las noches y de las mañanas y hasta del aire y del sonido. Pues bien; ahí tienes una de las facetas de la felicidad. ¿No te ha dicho nadie cuántos sinsabores pasaban los festeros en aquellos días de los años 30? Pues pregunta y perdona si te digo que no seas tan iluso y tan impaciente, que por querer una cosa que te está deslumbrando, te hagas un intransigente y seas culpable de la pérdida de las restantes que te han hecho un hombre de bien. Y yo, que ni quiero, ni pretendo que cambies y te acerques a nosotros, si no os gustamos, te aliento y te recomiendo que sigas como eres, y si el espejo de nuestros primeros cristianos de las catacumbas no es suficiente para que tu vida interior se haga digna del aprecio de los historiadores venideros, sigue al menos la de aquellos enemigos suyos, españoles también, perseguidos e insultados con la palabra despectiva de "judíos", pero que en tierra de infieles, y después de 450 años, aún conservan nuestra lengua: los sefardíes. Un consejo, pues: si no eres un convencido de esta maravillosa paz que compartimos todos los españoles, mantente digno, como nuestros primitivos cristianos, o como las comunidades judías esparcidas por la faz de la tierra.
Viejo. —¿Entonces, no nos dejas hablar a nosotros, los viejos?
Joven. —¿Entonces, nosotros tenemos que decir a todo amén? ¿Tenemos que esperar, ver, oír y callar.
H. 36. —Nada de eso; tenéis todos que seguir siendo lo que queréis ser, pero sin pretender cortar ese cabello para salvar al mundo, pues ya en Galilea lo cortaron hace 20 siglos y nadie nos enseñó otra Buena Nueva más sublime y más extendida por todos los continentes, la cual, pese a su grandeza, aun existen lagunas en su comprensión. No, no seas impaciente y goza de tantas cosas buenas que Dios y Franco te han dado; mira a tu alrededor y acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir; aunque llegues a ocupar el puesto que ahora nos queréis arrebatar, joven, o que según tú, abuelo, os quitamos.
Trinidad Cuéllar Caturla
Teniente Coronel Ingeniero de Armamento
Extraído de la Revista Villena de 1964
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