El Bolo Valdés - TIPOS POPULARES
Quien esto escribe todavía alcanzó a conocer al Bolo Valdés. Creo recordar que vivía en una de esas tres o cuatro callejas que, a principios de la calle de la Rambla, reptan decididas y empinadas hacia el castillo. Lo recuerdo confusamente en los años de la guerra civil pregonando un periódico de extrema izquierda, cuyos ejemplares portaba fatigosamente debajo del brazo, que se llamaba Fragua Social. Lo pregonaba con la primera palabra simplemente, y cuando gritaba el nombre para llamar la atención del transeúnte, añadía la sempiterna frase de su cosecha... ¡Que viene ardiendo!
Otra de las muletillas que añadía a su pregón, tras nombrar a voz en grito el cercenado título del periódico que vendía, era la de «¡...Hay más de mil...fascistas muertos! Anuncio que no correspondía normalmente al contenido del diario, pero que era bien acogido en una población mayoritariamente de izquierdas, muchas de cuyas familias tenían componentes luchando en el frente del lado republicano. Y que, como es sabido, estaba situada en la zona dominada por el ejército gubernamental.
Se llamó Juan Valdés Amorós, y era analfabeto. Todavía me parece verlo con un vientre prominente, que le impelía a subirse frecuentemente los pantalones en un repetido gesto característico, pues la prenda varonil -entonces sí lo era- propendía a descender por la presión que ejercía el vientre. Veía muy poco, y acercaba las monedas casi hasta los ojos, con el temor de que alguien pretendiera pasarle de matute una de aquellas falsas de las que entonces había muchas, y que los chiquillos denominábamos como «una parpalla», reliquia de una antigua denominación con la que se nombraba una cierta moneda desaparecida.
Otro tipo más, característico de una época. Otra imagen casi perdida ya, en este absurdo tejer y destejer de gentes que llegan al mundo, hacen unos gestos y desaparecen para siempre. Una vida, en fin, como tantas otras, que en la mayoría de las ocasiones resultan inútiles, desoladoras, sin sentido.
Quien esto escribe todavía alcanzó a conocer al Bolo Valdés. Creo recordar que vivía en una de esas tres o cuatro callejas que, a principios de la calle de la Rambla, reptan decididas y empinadas hacia el castillo. Lo recuerdo confusamente en los años de la guerra civil pregonando un periódico de extrema izquierda, cuyos ejemplares portaba fatigosamente debajo del brazo, que se llamaba Fragua Social. Lo pregonaba con la primera palabra simplemente, y cuando gritaba el nombre para llamar la atención del transeúnte, añadía la sempiterna frase de su cosecha... ¡Que viene ardiendo!
Otra de las muletillas que añadía a su pregón, tras nombrar a voz en grito el cercenado título del periódico que vendía, era la de «¡...Hay más de mil...fascistas muertos! Anuncio que no correspondía normalmente al contenido del diario, pero que era bien acogido en una población mayoritariamente de izquierdas, muchas de cuyas familias tenían componentes luchando en el frente del lado republicano. Y que, como es sabido, estaba situada en la zona dominada por el ejército gubernamental.
Se llamó Juan Valdés Amorós, y era analfabeto. Todavía me parece verlo con un vientre prominente, que le impelía a subirse frecuentemente los pantalones en un repetido gesto característico, pues la prenda varonil -entonces sí lo era- propendía a descender por la presión que ejercía el vientre. Veía muy poco, y acercaba las monedas casi hasta los ojos, con el temor de que alguien pretendiera pasarle de matute una de aquellas falsas de las que entonces había muchas, y que los chiquillos denominábamos como «una parpalla», reliquia de una antigua denominación con la que se nombraba una cierta moneda desaparecida.
Otro tipo más, característico de una época. Otra imagen casi perdida ya, en este absurdo tejer y destejer de gentes que llegan al mundo, hacen unos gestos y desaparecen para siempre. Una vida, en fin, como tantas otras, que en la mayoría de las ocasiones resultan inútiles, desoladoras, sin sentido.
EL BOLO VALDÉSEl Bolo es un tipo popular. La gente
que, físicamente, sabe bien quién es;
acaso no sepa cómo es, moralmente,
el Bolo Valdés.
Ni sabe leer;
ni sabe escribir;
pero sabe lo que hay que saber.
¡El difícil arte de saber vivir!
Él conoce el modo
de lograr aquello que quiere y le agrada.
Y sin saber nada,
sabe hacerlo todo.
Haciendo el bobo, sabe darle el pego
al más avisado. ¡Es un piruetista!...
Está casi ciego; pero aunque está ciego,
se pierde de vista.
Como Quasimodo,
inspira su cara compasión y risa.
Para nada sirve y ha sido de todo;
y cambia de oficio como de camisa...
Este Bolo ilustre,
siendo betunero, se le iban las manos,
y en vez de las botas, le sacaba lustre
a los calcetines de sus parroquianos.
Vendedor de décimos de la lotería,
dio en una ocasión
participaciones de cierto billete que solo existía
en su acalorada imaginación.
Si vende periódicos, todos los expende;
porque los periódicos que ayer le han sobrado,
al que se distrae, después se los vende,
y en vez del corriente le da uno atrasado.
Si en algún desfile vende serpentinas,
cuando las liquida más tarde, jamás
deja de agenciarse muy buenas propinas
cobrándose algunos paquetes de más...
Aunque es un buen chico
que, a ratos, lo suele manejar cualquiera;
cuando en una broma se pone borrico,
va a dar con sus huesos en la mosquitera.
Es ciego y es sordo;
pero tiene suerte. El muy perdulario
hace algunos meses pescó un premio gordo
y hoy es propietario.
¡Como que ya come cosas exquisitas y luce flamantes ropas domingueras,
tiene dos casitas
y media docena de cabras lecheras!...
Queridos paisanos de Villena entera:
los que lo ignorabais, ya sabéis cómo es
por dentro y por fuera
el Bolo Valdés.Texto extraído del libro... De Villena y los villeneros. 2002
Alfredo Rojas y Vicente Prats.
que, físicamente, sabe bien quién es;
acaso no sepa cómo es, moralmente,
el Bolo Valdés.
Ni sabe leer;
ni sabe escribir;
pero sabe lo que hay que saber.
¡El difícil arte de saber vivir!
Él conoce el modo
de lograr aquello que quiere y le agrada.
Y sin saber nada,
sabe hacerlo todo.
Haciendo el bobo, sabe darle el pego
al más avisado. ¡Es un piruetista!...
Está casi ciego; pero aunque está ciego,
se pierde de vista.
Como Quasimodo,
inspira su cara compasión y risa.
Para nada sirve y ha sido de todo;
y cambia de oficio como de camisa...
Este Bolo ilustre,
siendo betunero, se le iban las manos,
y en vez de las botas, le sacaba lustre
a los calcetines de sus parroquianos.
Vendedor de décimos de la lotería,
dio en una ocasión
participaciones de cierto billete que solo existía
en su acalorada imaginación.
Si vende periódicos, todos los expende;
porque los periódicos que ayer le han sobrado,
al que se distrae, después se los vende,
y en vez del corriente le da uno atrasado.
Si en algún desfile vende serpentinas,
cuando las liquida más tarde, jamás
deja de agenciarse muy buenas propinas
cobrándose algunos paquetes de más...
Aunque es un buen chico
que, a ratos, lo suele manejar cualquiera;
cuando en una broma se pone borrico,
va a dar con sus huesos en la mosquitera.
Es ciego y es sordo;
pero tiene suerte. El muy perdulario
hace algunos meses pescó un premio gordo
y hoy es propietario.
¡Como que ya come cosas exquisitas y luce flamantes ropas domingueras,
tiene dos casitas
y media docena de cabras lecheras!...
Queridos paisanos de Villena entera:
los que lo ignorabais, ya sabéis cómo es
por dentro y por fuera
el Bolo Valdés.Texto extraído del libro... De Villena y los villeneros. 2002
Alfredo Rojas y Vicente Prats.
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