Convengamos, de inicio, en que la Fiesta de Moros y Cristianos ha evolucionado de forma gradual hasta convertirse en un continuo desfile. Demostración de esa tendencia es que ningún festero deja de actuar, siempre que no exista obstáculo o razón para ello, en una Entrada, pongamos por caso; mientras que hay ausencias, a veces notables por su importancia numérica, en guerrillas, dianas, embajadas u otros actos que buena parte de los festeros conceptúan, claro está que erróneamente, como secundarios.
Esto es así; y de poco sirve manifestarse en contra o a favor de tal tendencia. La Fiesta es un ejercicio de libertad, y cada generación la practica guiada por sus impulsos o sus razones, o inconscientemente determinada por la adecuación entre su personalidad y la circunstancia social en la que se desenvuelve. En realidad, y juzgado el hecho fríamente, es más racional que la Fiesta discurra por los derroteros que elijan sus oficiantes que por las razones que den los exégetas que pudieran atribuirse la interpretación correcta. En el primer supuesto, y aun en el peor de los casos, así será, al menos, más sincera.
Volvamos al desfile y demos fe, querámoslo o no, nos dis¬guste o nos agrade, de que es el acto rey de la Fiesta. Y en él, qué duda cabe de que el personaje más importante, el más destacado, el que atrae todas las miradas y centra las mayores expectativas, es el cabo.
Hay un indicio esclarecedor a la hora de enjuiciar la importancia del cabo en el desfile: el hecho de que es el único personaje activo, mientras que los demás son, en cierto modo, pasivos. O deberían serlo, pues, lamentablemente, en Villena hay no pocos ejemplos de lo contrario. La pasividad de los festeros, dóciles elementos a las órdenes del cabo, se acrecienta por el hecho de que forman en fila, pegados literalmente unos a otros, con el mismo uniforme; todo ello obra para que en la figura del festero se desdibuje la personalidad peculiar de cada uno, confundida en el conjunto de la escuadra, y destaque todavía más la del cabo.
Esta circunstancia, la del festero desdibujado en la es-cuadra y todavía más en el bloque característico de los desfiles multitudinarios de nuestra ciudad, es para mí la principal razón de la negativa actuación de muchos de los participantes en nuestra Fiesta; el festero se ve convertido en un elemento tan poco importante, tan insignificante, que ha de dar razón de su existencia actuando, de forma casi inconsciente, en contra de la norma, de la disciplina que el desfile impone. Pero todo esto sería motivo de un análisis que no es del caso efectuar ahora.
El cabo, que es de quien tratábamos, tiene, pues, en virtud de las apreciaciones antedichas, un cometido trascendental en el desarrollo de los desfiles. Y los cabos deben tener consciencia, a la vez que de la importancia que posee su actuación, de la responsabilidad que contraen por el hecho de efectuarla. Y de muchas otras cosas más: de que depende de él el éxito del conjunto que forman su persona y los hombres que dirige; de que si su Fiesta está acrisolada por el tiempo, está ya igualmente determinado un sello característico en la actuación de los cabos, y él debe ser depositario de esos valores para transmitirlos a los que han de sucederle. Y de que su responsabilidad exige no sólo una excelente actuación, sino, además, un comportamiento digno en todo momento. No otra cosa debe esperarse de la intervención de alguien que desarrolla una actuación pública y que es sujeto de la atención de todos.
Villena es tierra de buenos cabos, y en ello coinciden muchos festeros de diversas poblaciones. Yo he oído cuchichear, en la tribuna de invitados a la que concurren, la noche del día seis, miembros destacados de las poblaciones festeras, que los cabos de Villena cuentan entre los mejores de todas las poblaciones del Levante español que celebran Fiesta de Moros y Cristianos. Yo, como villenense, me siento orgulloso de nuestros cabos y de las características que poseen. Ca-racterísticas que son específicas de nuestra ciudad, que se han forjado a través de muchos años y que han ganado merecida fama dentro y fuera de Villena.
Pero desde hace unas décadas se han diversificado las formas de actuación que habían definido siempre a nuestros cabos. Las que había antes y eran característica común, y las cuales están servidas hoy por cabos que son excelentes pro-totipos, eran las que mantenían cabos arrogantes, pero, a la vez, sobrios, austeros. Sobre todo, el sello característico de los cabos villenenses ha sido la varonilidad, y esa condición varonil ha ido siempre acompañada de la sencillez y la austeridad. Los cabos villenenses de la antigua escuela no bailan, no mueven las caderas; por el contrario, actúan con movimientos naturales. Hoy, sin embargo, hay cabos en Villena que componen, sólo para el desfile, una figura determinada que no corresponde con su habitual línea de expresión corporal. Y es mi opinión que la actuación del cabo debe responder siempre a la actitud natural de cada uno, con la mí¬mica que la Fiesta demanda, pero sin perder nunca esa naturalidad.
No es fácil ser cabo. A las condiciones físicas hay que añadir otras cualidades. Hay que ser, en la actuación, agradable a los ojos del espectador; hay que tener carácter suficiente para dominar a la escuadra. El buen cabo debe saber que su actuación es una especie de ballet que hay que ajustar al carácter de la Fiesta, a la música que está sonando, incluso al atuendo y a la Comparsa que representa, porque no es lo mismo un cabo de corte intrínsecamente guerrero, como un Almogávar, que un Labrador o un Estudiante. Debe saber cuándo debe detenerse y en qué momento de la interpretación musical ha de arrancar. Y ha de tener, entre otros muchos factores, el de la necesaria humildad, «rara avis» entre algunos cabos villenenses, para saber que es un servidor de una Fiesta y parte de un conjunto; y no creer, por el contrario, que su persona es lo más importante del festejo y que éste debe girar en torno a él; supeditándose la Comparsa, o la Fiesta, a sus deseos y a su vanidad personal.
Es posible que una revista como ésta, creada por los cabos, y cuyo trasfondo, en realidad, no es otro que resaltar la importancia del destacado cometido que los cabos realizan en la Fiesta de nuestra ciudad, haya algún concepto, en estas ideas mías, que resulte poco agradable para alguno de ellos. Si es así, destacaré que cuanto digo es la expresión de unas opiniones personales, y que respeto todas las que difieran de ellas, aunque algunas fueran totalmente opuestas. Pero expreso lo que siento, movido a ello porque sé que los cabos, y su actuación, son uno de los más importantes aspectos de nuestra Fiesta. Y porque, también, creo que ésta, nuestra conmemoración anual, la más acendrada demostración de villenerismo, aquella en la que todos los villenenses latimos al unísono, merece el mayor cuidado en su interpretación. Y no hay duda de que el cometido que los cabos desempeñan en ella, es decisivo para los derroteros que pueda seguir la Fiesta en el futuro.
ALFREDO ROJAS
Extraído de la revista 10 aniversario de los Cabos de Villena 1991
Hay un indicio esclarecedor a la hora de enjuiciar la importancia del cabo en el desfile: el hecho de que es el único personaje activo, mientras que los demás son, en cierto modo, pasivos. O deberían serlo, pues, lamentablemente, en Villena hay no pocos ejemplos de lo contrario. La pasividad de los festeros, dóciles elementos a las órdenes del cabo, se acrecienta por el hecho de que forman en fila, pegados literalmente unos a otros, con el mismo uniforme; todo ello obra para que en la figura del festero se desdibuje la personalidad peculiar de cada uno, confundida en el conjunto de la escuadra, y destaque todavía más la del cabo.
Esta circunstancia, la del festero desdibujado en la es-cuadra y todavía más en el bloque característico de los desfiles multitudinarios de nuestra ciudad, es para mí la principal razón de la negativa actuación de muchos de los participantes en nuestra Fiesta; el festero se ve convertido en un elemento tan poco importante, tan insignificante, que ha de dar razón de su existencia actuando, de forma casi inconsciente, en contra de la norma, de la disciplina que el desfile impone. Pero todo esto sería motivo de un análisis que no es del caso efectuar ahora.
El cabo, que es de quien tratábamos, tiene, pues, en virtud de las apreciaciones antedichas, un cometido trascendental en el desarrollo de los desfiles. Y los cabos deben tener consciencia, a la vez que de la importancia que posee su actuación, de la responsabilidad que contraen por el hecho de efectuarla. Y de muchas otras cosas más: de que depende de él el éxito del conjunto que forman su persona y los hombres que dirige; de que si su Fiesta está acrisolada por el tiempo, está ya igualmente determinado un sello característico en la actuación de los cabos, y él debe ser depositario de esos valores para transmitirlos a los que han de sucederle. Y de que su responsabilidad exige no sólo una excelente actuación, sino, además, un comportamiento digno en todo momento. No otra cosa debe esperarse de la intervención de alguien que desarrolla una actuación pública y que es sujeto de la atención de todos.
Villena es tierra de buenos cabos, y en ello coinciden muchos festeros de diversas poblaciones. Yo he oído cuchichear, en la tribuna de invitados a la que concurren, la noche del día seis, miembros destacados de las poblaciones festeras, que los cabos de Villena cuentan entre los mejores de todas las poblaciones del Levante español que celebran Fiesta de Moros y Cristianos. Yo, como villenense, me siento orgulloso de nuestros cabos y de las características que poseen. Ca-racterísticas que son específicas de nuestra ciudad, que se han forjado a través de muchos años y que han ganado merecida fama dentro y fuera de Villena.
Pero desde hace unas décadas se han diversificado las formas de actuación que habían definido siempre a nuestros cabos. Las que había antes y eran característica común, y las cuales están servidas hoy por cabos que son excelentes pro-totipos, eran las que mantenían cabos arrogantes, pero, a la vez, sobrios, austeros. Sobre todo, el sello característico de los cabos villenenses ha sido la varonilidad, y esa condición varonil ha ido siempre acompañada de la sencillez y la austeridad. Los cabos villenenses de la antigua escuela no bailan, no mueven las caderas; por el contrario, actúan con movimientos naturales. Hoy, sin embargo, hay cabos en Villena que componen, sólo para el desfile, una figura determinada que no corresponde con su habitual línea de expresión corporal. Y es mi opinión que la actuación del cabo debe responder siempre a la actitud natural de cada uno, con la mí¬mica que la Fiesta demanda, pero sin perder nunca esa naturalidad.
No es fácil ser cabo. A las condiciones físicas hay que añadir otras cualidades. Hay que ser, en la actuación, agradable a los ojos del espectador; hay que tener carácter suficiente para dominar a la escuadra. El buen cabo debe saber que su actuación es una especie de ballet que hay que ajustar al carácter de la Fiesta, a la música que está sonando, incluso al atuendo y a la Comparsa que representa, porque no es lo mismo un cabo de corte intrínsecamente guerrero, como un Almogávar, que un Labrador o un Estudiante. Debe saber cuándo debe detenerse y en qué momento de la interpretación musical ha de arrancar. Y ha de tener, entre otros muchos factores, el de la necesaria humildad, «rara avis» entre algunos cabos villenenses, para saber que es un servidor de una Fiesta y parte de un conjunto; y no creer, por el contrario, que su persona es lo más importante del festejo y que éste debe girar en torno a él; supeditándose la Comparsa, o la Fiesta, a sus deseos y a su vanidad personal.
Es posible que una revista como ésta, creada por los cabos, y cuyo trasfondo, en realidad, no es otro que resaltar la importancia del destacado cometido que los cabos realizan en la Fiesta de nuestra ciudad, haya algún concepto, en estas ideas mías, que resulte poco agradable para alguno de ellos. Si es así, destacaré que cuanto digo es la expresión de unas opiniones personales, y que respeto todas las que difieran de ellas, aunque algunas fueran totalmente opuestas. Pero expreso lo que siento, movido a ello porque sé que los cabos, y su actuación, son uno de los más importantes aspectos de nuestra Fiesta. Y porque, también, creo que ésta, nuestra conmemoración anual, la más acendrada demostración de villenerismo, aquella en la que todos los villenenses latimos al unísono, merece el mayor cuidado en su interpretación. Y no hay duda de que el cometido que los cabos desempeñan en ella, es decisivo para los derroteros que pueda seguir la Fiesta en el futuro.
ALFREDO ROJAS
Extraído de la revista 10 aniversario de los Cabos de Villena 1991
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