En este año 2015, en el que se celebra el 48 Aniversario de la proclamación de la encíclica “Populorum Progressio” del Papa, Pablo VI, la Semana Santa ha envuelto a la mayor parte de la ciudad con un manto litúrgico de sosegada quietud que ha dado a sus procesiones un halo de misticismo ascético.
La Semana de Dolores con sus traslados de imágenes y su reverencial “Vía Crucis” ha sido la antesala y pórtico de posteriores procesiones que, día a día, van adquiriendo un sello de autenticidad y esplendor dignos de las mejores ciudades.
Costaleros, portadores, nazarenos y damas con sus mantillas han multiplicado sus esfuerzos para conseguir llegar al corazón de los espectadores con esos monumentos que representan en imágenes la Pasión y Muerte de Cristo.
En el decaer de la tarde, cuando la noche comienza a coronar las calles de Villena, las largas sombras de los nazarenos de altos capirotes y miradas vidriosas se proyectan sobre el asfalto en fantasmal progresión y una voz quebrada por el sentimiento, masticando sus lagrimas entona a lo lejos una saeta. La procesión ha comenzado. Una tras otra las imágenes desfilan por la ciudad, descansando en los hombros de sudorosos costaleros, anunciando la Muerte del Mesías.
El Encuentro es un acto, de tal modo cuidado, que ha alcanzado el cenit de la Semana Santa. Madre e Hijo frente a frente en un momento de dolor contenido se abrazan y se dicen ¡Adiós! Rompe el silencio la voz del hijo que alienta y da valor a María, su madre, en versos de sentido dolor. Versos declamados de tal modo que al espectador se le oprime el corazón y llega a sentir como suyo el grito desgarrado del hijo al despedirse.
Así un día y otro los cofrades van dando realce a una Semana que a no mucho tardar figurara entre las de interés de la Zona.
Semana Santa. Semana de Pasión que da entrada a un periodo de vivas creencias que sin darnos cuenta arraigan en nuestros melancólicos corazones en una eclosión de sentimientos de amor y recogimiento.
Ernesto Pardo Pastor
No hay comentarios:
Publicar un comentario