EL ENCUENTRO
Rompe el sepulcral silencio un desgarro de saeta. El verso se hace dardo de dolor y alarido. En el aire las, silenciosas, plegarias aceleran sus latidos, y miles de rostros pétreos, sin erguidos capirotes, como simples penitentes ejercen como testigos.
Un alarido de madre, como estor lastimero llega a todos los oídos. Los corazones se oprimen, el respirar se hace lento y en íntimas oraciones, prefacio de llanto y duelo, el pueblo espera transido el momento del “Encuentro”.
La Madre se inclina y limpia el rostro del “Nazareno” en un gesto que demuestra la transfixión del momento. Enmudecen los tambores. Suena el toque de “silencio” y un ligero viento mueve las lívidas túnicas de los nazarenos.
En postrer saludo ¡Madre e Hijo! se funden en eterno abrazo.
Sublime estampa de paz y sosiego coronada por cientos de palomas que venidas de lejos, entre aplausos cierran “El Encuentro”. Muestra de canto y plegaria, sello de emoción y verso.
Ernesto Pardo Pastor
IMÁGENES "EL ENCUENTRO"
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