ELLA
Por Manuel Moyá Cañizares - Cura Arcipreste
En aquellos días se levantó María y marchó con presteza a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas escuchó Isabel el saludo de María, saltó el niño en su seno e Isabel fue llena del Espíritu Santo y exclamó con gran voz: «Bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lucas I, 39-43).
El centro de nuestra fiesta es la llegada de la Señora, su permanencia con nosotros y su despedida. Por eso nos interesa saber y penetrar el sentido de su visita y el gesto noble de quienes la esperan y reciben.
María, la Señora de las Virtudes, es, a la vez, ancilla Domini, la esclava del Señor. Es la Señora del mundo y la esclava del Señor. Es el modelo de la dignidad humana; la que domina sus pasiones y acontecimientos, los sujeta a sí, y siendo Señora, sujetando a su razón y fe todas las cosas, se pone enteramente, con ellas, al servicio total, sin excepciones, del Señor. Por eso, María cubre la distancia que la separa, en carrera de servicio, a la que en su ancianidad se encontraba en el sexto mes. Ella, al servicio de los hijos de su Señor. Y por ello su saludo santificó al niño (Juan Bautista), que saltó de júbilo en el seno de Isabel, y a ésta la llenó del Espíritu Santo. Dios Encarnado, que anidaba junto al corazón de María, empezaba su obra de santificación de los hombres a través de su Madre. Es el primer servicio que rinde María a sus semejantes y a todos los hijos de Dios, el de la santificación, que en ininterrumpida cadena seguirá prestando hasta el fin de los tiempos. Esta es la voluntad del Señor.
Así viene la Señora de las Virtudes a su pueblo y a sus queridos hijos, como portadora de un mensaje de santificación. Su presencia en nuestras puertas es su saludo; su servicio es hacernos participar, con sobreabundancia, de los frutos de la Redención. Su bella imagen junto al Altar, como testimonio de la presencia viva y actual de Ella, supeditada a Cristo, asociada a su obra santificadora. Preside esta asamblea de los hijos de Dios, como Señora y Reina del Universo, Medianera universal de todas las gracias, Madre de todos los hombres. Y así, hoy corno entonces, el Señor santificará a los suyos por el saludo de María, la plegaria incesante de María y la Santidad de la Llena de Gracia, y como tal, Señora de las Virtudes.
La actitud de todos los que la esperan y reciben debe ser de gozo, alabanza y gratitud. De gozo en el Espíritu Santo.
Todos los que en esa tarde reciben a la Señora deben llevar en su interior el vestido nupcial del que habla el Evangelio, la gracia santificante. Lo merece la Señora; lo necesitamos todos; es un gran deber de cortesía. La alegría que tiene su base en la paz de la conciencia y en la fruición gozosa de quien se sabe portador de Dios, sin que ningún temor ni remordimiento enturbie la limpieza y serenidad de su mirada. Así, con los ojos radiantes de luz y alegría, miras con ilusión los ojos benditos de la Bendita entre todas las mujeres. Y así nuestra alabanza es digna, y el conjunto maravilloso de valores humanos con que nuestro pueblo ha revestido este acontecimiento, tendrá el valor sobrenatural que Ella merece. Las brillantes comparsas, llenas de belleza y tradición; sus entusiastas salvas, la fuerza de nuestras voces y plegarias, la fe de los que peregrinan con Ella, la emoción que anuda las gargantas, toda la riqueza espiritual y material de nuestro pueblo...
La entrada apoteótica en la monumental Iglesia Arciprestal. Abrigaba la ilusión de poder recibir este año a la Señora inaugurando un grandioso Órgano de tubos, el tradicional e insuperable Órgano. ¿Podrá ser para el año próximo...? Espero vuestras cartas ofreciéndome para ello donativos cuantiosos (es muy caro) espontáneos, a lo largo del mes de septiembre de este año. Se encargaría ahora en octubre y en el mes de agosto del próximo sería una realidad. Silencioso esperaría la llegada de la Señora. Entonces, entrando Ella, la inauguración del instrumento, indispensable, de conformidad con nuestro hermosísimo templo y con las leyes Litúrgicas. En letras doradas a perpetuidad quedaría el recuerdo de los que han colaborado, y anualmente y a perpetuidad, la Iglesia tendría la solemne misa por sus intenciones, como gratitud. Espero impaciente todas vuestras cartas diciéndome cuánto estáis dispuestos a entregar, sin quedarnos cortos, para el Órgano de la Señora de las Virtudes.
Los días en que la Virgen es nuestra huésped, la Ciudad vibrará de entusiasmo. Debe ser así. Por eso, todo lo que se organice en nuestras casas y centros recreativos deberá ser ofrecido a Ella. La ofrenda es símbolo de ello. Por eso, nuestras casas y centros recreativos no deben realizar nada que no se pueda ofrecer a la Virgen de las Virtudes o que ofenda a sus ojos; sobre todo nada que dificulte la virtud predilecta de Ella: la virtud angélica, por la que María es y se llama Virgen por antonomasia. Nos ha visitado la Virgen de las Virtudes y la más elemental cortesía exige esta actitud noble y digna. La variedad y riqueza de actos de regocijo y recreativo, dentro de esta línea de cortesía para con la Señora, han de ir llenando de felicidad auténtica todas las horas de estos días inolvidables.
Extraído de la Revista Villena de 1962
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