FRANCISCO PRATS ESQUEMBRE
Ante todo he de hacer una aclaración: no he conocido a Francisco Prats Esquembre, aunque para ser exactos, coincidí con él brevemente a lo largo de varias semanas hace ahora treinta y ocho años y, desde entonces, siempre he conservado un grato recuerdo suyo. Yo cursaba 8º de EGB en el Colegio de los Príncipes y él rondaría entonces los 44 o 45 años. La noticia de su muerte me ha afectado profundamente, pese a que desde aquella etapa de mi vida, nunca más he vuelto a cruzar ninguna palabra con él.
El hecho es que aquella primavera de 1.977 nuestra profesora, Rosa Gisbert, nos preguntó a varios niños y niñas del colegio, si queríamos grabar un programa en la radio. Tras el pertinente permiso de nuestros padres, tres de nosotros dijimos que sí y durante varias tardes a lo largo de las semanas siguientes, Pepe, otra niña cuyo nombre no recuerdo y yo mismo, nos dirigíamos junto a Francisco Prats, (al que recogíamos en su gestoría) al Ayuntamiento de la ciudad, sede entonces de lo que hoy conocemos como la cadena SER y donde ya entonces trabajaba un tal Isidro Hernández Mas.
La gestoría de Francisco Prats había organizado un concurso, que casi cuatro décadas después, uno alcanza a vislumbrar que era pionero en su género. Se trataba de un programa de seguridad vial, en el que se concienciaba a conductores y peatones de los riesgos de la circulación. En este programa, que una vez grabado se emitía por las tardes, tenía cabida un concurso, en el que los niños de los colegios de la ciudad, mandaban redacciones alusivas al contenido de la materia del programa. Nosotros tres éramos los encargados de leer las distintas redacciones que llegaban a la radio y finalmente, se organizó un acto en el que se hizo una entrega de premios a los mejores trabajos.
Aquella fue la primera vez que yo recibí algo parecido a un salario, porque cada tarde, tras la conclusión de la grabación, Francisco Prats, nos daba uno de aquellos viejos billetes de cien pesetas, con la cara de Manuel de Falla, que nosotros repartíamos y destinábamos, principalmente, a comernos algún helado en la Ibense o a comprarnos tebeos de la librería de Torres Collado (enfrente de donde hoy se ubica el supermercado Consum). Recuerdo en don Francisco, a una persona seria, pero amable, interesada en cómo nos iba en el colegio y animándonos a seguir estudiando.
Ayer recordaba todo esto mientras asistía en Santiago a sus exequias y al ver llena la Iglesia, pensé, que mi impresión de niño se estaba confirmando y que don Francisco Prats debía haber sido a lo largo de toda su vida, simplemente un hombre bueno. (22-11-2.014).
JOSÉ SÁNCHEZ FERRÁNDIZ.
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