Ya se ha marchado Tino Soriano de Villena dejándonos su impronta fotográfica que va mucho, mucho más allá de las meras cuestiones técnicas. Tino te abre su casa, te mete en sus proyectos, te envuelve con sus viajes llevándote allí con sus imágenes.
Tino te contagia de fotografía y te incita a descubrir tu entorno más cercano, ese que damos por archiconocido, pero que tras escucharle, a uno se le antoja como desconocido, como por redescubrir. Es su laboratorio.
Tino te contagia de fotografía y te incita a descubrir tu entorno más cercano, ese que damos por archiconocido, pero que tras escucharle, a uno se le antoja como desconocido, como por redescubrir. Es su laboratorio.
Su vivaracha mirada, que a menos de “tres metros” se torna amable, le ha hecho llegar donde está. Pero tras su mirada, los que hemos estado con él, “un pasito más cerca” de él, hemos descubierto que hay mucho más: hay ternura, hay compromiso, hay cercanía, hay solidaridad, hay humanidad. Tino obvía el hardware y el software.
Sus fotografías narran la vida de los paisajes, de los monumentos, de las personas, narran su vida….. narran la vida, y viven la muerte.
Sus fotografías narran la vida de los paisajes, de los monumentos, de las personas, narran su vida….. narran la vida, y viven la muerte.
Gracias Tino por los “raticos” que hemos pasado, gracias por tus divertidas fotografías, gracias Tino por habernos hecho reír, gracias Tino por habernos hecho llorar.
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