La pólvora y las "soldadescas"
El empleo de la pólvora en "morteretes", disparos de artillería y salvas con fusiles o arcabuces es un hecho muy repetido en los festejos populares, y muy especialmente en los del área levantina, y esos disparos los realizaban milicias concejiles o soldadescas.
A esta última palabra le dan los lingüistas la significación de "conjunto de soldados", pero también la acepción peyorativa de "tropa indisciplinada" o que "comete desmanes", acepción ésta que, salvo raras excepciones, no creemos aplicable a aquellas formaciones que, en tiempos antiguos, acompañaban a los santos en las procesiones.
Por lo que a Villena se refiere, no podemos decir que aquellas milicias intervinieran solamente en actos religiosos ni en homenaje a una advocación determinada. Y en 1586, se dispuso que la ciudad saliera con una compañía de arcabuceros para recibir festivamente a Felipe II en los términos del reino. En 1628, se acordó que los capitanes aportaran los soldados de sus compañías para que salieran con sus armas a solemnizar la beatificación de veintitrés religiosos franciscanos martirizados en el Japón. En 1647, para festejar el nombramiento del villenense Juan Piñero Osorio como obispo de Pamplona, se organizaron corridas de toros y luminarias, y se autorizó a que se gastara "mucha pólvora". En 1652, se festejó la caída de Barcelona tras la sublevación de los catalanes contra Felipe IV, también con toros, luminarias y pólvora, y se autorizó a que se "jugaran armas"; es de señalar que, ya en 1575, se había acordado festejar el parto de la reina con procesiones, festejos y "justas entre caballeros". Sabido es que en muchos de estos "juegos caballerescos", uno de los bandos contendientes se vestía con indumentaria musulmana. En 1657, el Corregidor propuso celebrar el nacimiento de un príncipe heredero asimismo con luminarias, pólvora y corridas de toros en la Plaza de las Malvas, que entonces se llamaba de Juan Ros. En 1668, se realizó la "función" de alzar pendones por Carlos II en la misma plaza, con asistencia de una compañía de arcabuceros al mando de don Ignacio de Selva como capitán y de don Francisco Fernández como alférez.
En el siglo XVIII, perduran estas costumbres y se va perfilando su celebración. En 1710, para celebrar el triunfo de las armas borbónicas en la batalla de Brihuega, se acordó saliesen dos compañías de a cincuenta hombres, al mando de sus capitanes y oficiales, "todos con sus fusiles y arcabuces disparando continuamente". En la proclamación de Fernando VI, celebrada en 1746, se habla de castillos de fuegos artificiales, salvas de artillería, morteretes y "el continuo fuego de una compañía de fusileros". En los actos de proclamación de Carlos IV, celebrados en 1789, se gastaron seis arrobas de pólvora en fuegos artificiales, luminarias y salvas en el castillo y, además, se tuvo una "soldadesca" en que se gastarían cuatro o cinco arrobas. No es la primera vez que vemos utilizada esta palabra; ya se empleó en 1 750 como más adelante veremos.
También las cofradías utilizaban los disparos de las milicias en los homenajes a sus patronos, y a veces se excedían en sus atribuciones, y así vemos que la de San Sebastián había introducido la costumbre de nombrar capitán y alférez de una compañía de soldados que intervenía en la festividad del santo. En la sesión celebrada por el Ayuntamiento el 20 de enero de 1653, recordó a la cofradía que aquellos nombramientos eran ilegales, y que estaba reservado a la Ciudad el poder nombrar oficiales como hasta entonces lo había hecho, pero la cofradía seguía insistiendo, alegando que había muchas personas que tenían voluntad de salir con sus arcabuces para la brillantez del festejo y, en 1655, accedió el Cabildo, quizá porque el nombramiento de capitán recayó en don Diego de Miño García, que era regidor perpetuo, y el de alférez, en don Antonio de Medina, hijo de otro regidor del mismo nombre. No faltó en aquella ocasión el voto negativo del Alférez Mayor de la Ciudad, para quien el nombramiento de alférez vulneraba sus prerrogativas. Consta también que, en 1670, a la cofradía de la Asunción se le autorizó una corrida de toros para el día de su fiesta y se le dieron cien reales "para ayudar a pagar la pólvora", y tan frecuentes eran tales demostraciones que, en 1619, se prohibió a los mayordomos de las cofradías disparar tiros "en la torre alta mayor del castillo" porque habían dejado el piso tan maltratado que el agua de las lluvias calaba hasta los aposentos inferiores.
Las salvas de cualquier tipo han sido, pues, elemento esencial en toda clase de conmemoraciones, tanto civiles como religiosas, y no podían faltar en los actos celebrados en honor de la Virgen de las Virtudes.
ESPECIAL DIA 4 QUE FUERA
Cedido por... Joaquín Sánchez.
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